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¿Por qué ha costado tanto trabajo construir en España un estado democrático basado en un amplio consenso social?

25 de febrero de 2011

Santos Juliá Díaz, Doctor en Ciencias Políticas y Sociología, Catedrático del Departamento de Historia Social y del Pensamiento Político de la UNED, y colaborador del diario “El País”, ha impartido en la UNED de Tudela la conferencia “¿Fue la transición un tiempo de olvido y silencio?"

"¿Fue la transición un tiempo de olvido y silencio?". Es el título de la conferencia que ha impartido en la UNED de Tudela Santos Juliá Díaz, Doctor en Ciencias Políticas y Sociología, Catedrático del Departamento de Historia Social y del Pensamiento Político de la UNED.

"Hoy la mirada que se proyecta sobre la transición es como la de un tiempo en el que no nos atrevimos a hablar del pasado; en el que se silenció todo lo que había ocurrido en la guerra y en la dictadura; en el que hubo un pacto de olvido y de silencio. Yo me he preguntado si eso realmente es así, primero porque no responde a mi memoria de lo que fue aquello. Además, porque trabajando sobre ese periodo he descubierto que hay una inmensidad de publicaciones de todo tipo (literarias, de memorias, de reportajes de revistas…) en las que se está hablando continuamente de la dictadura y de la guerra. Mi respuesta a la pregunta de si fue la transición un tiempo de olvido es que no, que no fue un tiempo de silencio. Lo que pasa es que el recuerdo de lo que había ocurrido estaba dirigido hacia la apertura de un futuro en el que tenía que intervenir toda la gente, los que venían del régimen y de la oposición. De otra forma, no hubiéramos abierto el camino hacia un proceso constituyente como es el que empieza a facilitar eso que hemos llamado transición y consolidación de la democracia", asegura Santos Juliá.

Santos Juliá es autor de numerosos trabajos sobre historia política y social de España durante el siglo XX así como de historiografía. En 2004, gracias a su obra "Historias de las dos Españas", recibió el Premio Nacional de Historia de España.

"Me iba a encaminar hacia la sociología histórica, hacia el estudio comparado de revoluciones. Por eso, solicité una beca Fulbright que, inesperadamente, me concedieron. Fui a Standford. Allí encontré un lugar en el que había una biblioteca con un depósito muy importante de folletos, libros, periódicos sobre la Guerra Civil. Los había donado un corresponsal de la United Press. Empecé a leerlos y comencé a involucrarme. Así empezó mi trabajo como historiador más que como sociólogo. De allí traje mi primer libro prácticamente terminado sobre los socialistas de la República. Después, la República me ha ocupado muchos años. He trabajado sobre Azaña, sobre el Frente Popular, sobre la historia del socialismo…La pregunta no es qué representaron los socialistas en la República, cuáles fueron sus errores estratégicos, por qué aquello acabó tan mal sino por qué ha costado tanto trabajo construir en España un estado democrático basado en un amplio consenso social. Entonces, mi preocupación ahí es más por la democracia y por el papel que los intelectuales han jugado en la construcción de relatos sobre el pasado y sobre lo que se llamó el problema español; de ahí surgen otro tipo de libros como "Historias de las dos Españas", que los escribí con el corazón. Finalmente, estoy trabajando sobre la transición y la democracia".

Juliá es, además, desde 1994 colaborador del diario "El País". Por ello, desde hace 20 años sigue la política diaria de España. Asegura que los comentarios que él escribe pretenden proporcionar elementos para el debate sobre los problemas que tenemos planteados.

"Los historiadores no pueden pretender presumir de que han dado con la verdad absoluta de lo que ha ocurrido y de que esa verdad debe ser la que comparta la generalidad. Un historiador acude a la "plaza pública" con una interpretación del pasado y la pone a debate; se alimenta de la conciencia histórica de una sociedad y eso es lo que nosotros procuramos. No tratamos de construir una memoria para que sea compartida por todo el mundo sino de contribuir a la riqueza de la conciencia histórica, lo cual es contribuir a la riqueza sobre el debate del presente y de las perspectivas que este presente abre al futuro. Con eso un historiador tiene que darse por satisfecho".

Y mantiene, también, aquello que dijo en su día Raymond Aron: "los intelectuales en las democracias son observadores críticos".