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“Siempre ha existido el trastorno de hiperactividad, pero sus repercusiones actuales son muy diferentes”

3 de febrero de 2006

Entrevista a Javier Royo Moya, psiquiatra y director del Hospital de Día Infanto-Juvenil de Salud Mental “Natividad Zubieta” de Pamplona

Acudió a nuestro Centro para hablar sobre el “TDA-H en el adolescente”, en una charla organizada por ANDAR (Asociación Navarra de Apoyo a Personas con TDAH y a sus Familias). Aprovechamos para hacerle unas preguntas y saber más sobre este trastorno.

[¿En qué consiste el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDA-H)?]

Es una enfermedad, en la que se produce una alteración cerebral, que es la responsable de los síntomas. Es un trastorno congénito, desde el nacimiento, y se caracteriza por síntomas de tres grandes áreas: hiperactividad motora, con niños muy inquietos y movidos, impulsivos, con poca tolerancia a la frustración y muy precipitados. También tienen problemas de atención, lo que puede generar conflictos escolares y pobre rendimiento académico. Casi el 90% de los casos de hiperactividad tienen estos síntomas, aunque hay variantes raras, en las que predomina la falta de atención o impulsividad pero no la hiperactividad motora. En este caso hablaríamos de niños hipoactivos.

[¿Cómo se diagnostica? ¿Es un diagnóstico fácil?]

El diagnóstico es clínico, no hay ninguna prueba médica que permita demostrarlo, ni siquiera los tests.

Aunque es importante la información que aporta el niño, de cara a excluir otros diagnósticos, suelen informar mal sobre síntomas conductuales, no porque mientan, si no por que son poco conscientes de si son movidos o impulsivos o no. Por ello, se utilizan, básicamente, dos fuentes de información: la que aportan los padres y la que aportan los profesores. El diagnostico debe hacerlo un psiquiatra o un psicólogo.

[¿Se conocen las causas de la enfermedad?]

Se sospecha que hay una alteración en la dopamina, que es una sustancia cerebral que garantiza la coordinación de la información que se transmite entre neuronas. No se sabe si esa alteración es la verdadera causa o, simplemente, un dato más sobre quienes padecen el trastorno.

Las últimas teorías abogan que se trataría de un trastorno de las funciones ejecutivas y directivas del sistema nervioso central, que ocasiona una falta de capacidad de planificación, que a su vez implica un déficit de atención y una falta de control sobre la impulsividad.

Lo que sí sabemos seguro es lo que no se ocasiona por malas pautas en la educación de los padres, o porque los profesores sean especialmente nefastos para el niño. No tiene nada que ver con eso.

[¿Qué consecuencias tiene para los afectados y sus familias?]

El trastorno, al padecerse desde el nacimiento genera diversas consecuencias: fracaso escolar, baja autoestima, y el difícil manejo conductual por parte de los padres o profesores. Un ejemplo: dos hermanos en los que uno es hiperactivo, no responderán de igual manera a las mismas pautas, y uno obedecerá y al otro le costará mucho más. Los padres, en un intento de que el niño les haga caso, suelen tender a castigar y exigir constantemente, lo que empeora los problemas conductuales y la baja autoestima del niño. Incluso puede desembocar en trastornos depresivos o de otro tipo. La complicación más habitual ya en la adolescencia, es el trastorno de conducta social.

[¿Qué tratamientos suelen seguirse?]

Habitualmente el tratamiento tiene tres partes. La primera de ellas es el tratamiento farmacológico cuando los síntomas son intensos, que es en la mayoría de los casos que se diagnostican. Es fundamental para asegurar mejores niveles atencionales y controlar la impulsividad.

Una vez que el tratamiento farmacológico se estabiliza y empieza a responder se trabaja con pautas para los padres, para que sean de controlar mejor el comportamiento, y pautas para los profesores, para que sean capaces de manejar la situación y aumenten así los rendimientos académicos.

También cuenta el niño, claro está, al que hay que explicarle qué es lo que le pasa, para que sea consciente de cuales son las posibles dificultades, pero el trabajo, fundamentalmente, recae en las personas que están alrededor del niño (padres y profesores) más el tratamiento farmacológico.

[¿Hay adultos hiperactivos?]

No es el mismo el de un hiperactivo con siete u ocho años, que es cuando se diagnostica, que el de una persona adulta. No sé sabe bien cuál es el motivo, pero hay un pequeño porcentaje de casos, en los que no existe patología asociada, y que evolucionan hacia la curación espontánea en la adolescencia.

En la mayoría de los casos no ocurre así, y los síntomas van cambiando. La hiperactividad motora cesa, y la mayoría de los adolescentes hiperactivos son inquietos, pero no movidos. La atención, sin embargo, sí que sigue afectada, así como la impulsividad, aunque en menor grado que en la niñez.

Aunque siempre persisten algunos síntomas de impulsividad, las personas adultas pueden llevar una vida normal, desde luego.

[¿Es una enfermedad de la “vida moderna” o, simplemente, es ahora cuando se diagnostica?]

Siempre ha existido el trastorno de hiperactividad, pero sus repercusiones actuales son muy diferentes. Antes los niños no estaban escolarizados de manera obligatoria. Cuando tenían 10-11 años, un hiperactivo que no estudiaba bien se ponía a trabajar y llevaba una vida normal. Ahora la ESO obliga a la escolarización hasta los 16 años, lo que implica que hasta que no finalizan los estudios no pueden trabajar y siguen en el colegio con muchas dificultades.

Sí que es cierto que, al ser una enfermedad “de moda”, existe un sobrediagnóstico añadido, pero la propia vida ha cambiado mucho, las exigencias y las presiones no son las mismas, lo que hace que aumente el número de casos diagnosticados.