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Entrevistamos a Pedro Calvo-Sotelo Ibáñez-Martín, diplomático destinado en el Consulado General de España en Nueva York

4 de julio de 2023

"Guardo una memoria excelente de todos mis destinos. Esa es la suerte de esta profesión: si quiere uno abrirse al mundo, no hay lugar malo"

Las embajadas poseen la función de representación del Estado en el territorio de otro país y tienen como fin máximo tanto el mantenimiento de relaciones cordiales y amistosas bilaterales entre los países como el de realizar una labor de promoción y acercamiento entre Estados a todos los niveles, independientemente de las diferencias de idiomas, sociales o formas de gobierno entre ambos.

Entre las funciones principales de las embajadas están las de representar y proteger los intereses del país de origen ante aquel en el que están situadas; entablar negociaciones y acuerdos; y promocionar o fomentar las buenas relaciones entre los estados, entre otras. 

Hemos aprovechado que Pedro Calvo-Sotelo Ibáñez-Martín imparte un Curso de Verano en UNED Tudela para preguntarle acerca de su experiencia como miembro perteneciente a la carrera diplomática española desde el año 1987 y su opinión sobre la situación actual de las Embajadas de España en el Mundo.

Estimado Señor Calvo-Sotelo, ¿nos podría resumir brevemente qué función cumple el Consulado General de España en Nueva York, para el cual trabaja actualmente, y qué lo diferencia de una Embajada?

España tiene en los cinco continentes 117 embajadas, 87 consulados generales, 2 consulados y 11 representaciones permanentes ante organismos internacionales. En ese mundo exterior trabajamos algo más de 4500 empleados públicos. Nueva York es uno de los 7 Consulados Generales en EEUU. La embajada, siempre en la capital, está en Washington. Nuestro cometido es asistir a nuestros compatriotas, tanto los que residen en nuestra demarcación (casi 50.000), como los que están de paso. ¿Cómo ayudamos? Esos españoles acuden al Consulado para gestiones que en España competen a oficinas de varios ministerios. El Consulado gestiona el Registro Civil (donde se inscriben hechos como nacimiento, matrimonio, defunción, tutela, pérdida, conservación y recuperación de la nacionalidad, fe de vida, etc.), aquí se celebran matrimonios, se legalizan documentos, se autorizan escrituras en el ejercicio de la fe pública, es donde los españoles votan, como lo harán enseguida para las generales; se gestionan ayudas, repatriaciones, servicios a los detenidos, se atienden situaciones de emergencia, etc. También ofrecemos servicios a los extranjeros, sobre todo, expidiendo visados. 

 

El trabajo que desarrolla una embajada en el país de destino resulta bastante desconocido para la población en general, que a veces se plantea hasta qué punto resulta útil la elevada inversión en este ámbito. ¿Puede explicarnos por qué las embajadas son importantes para los ciudadanos, incluso para aquellos que nunca viajan al extranjero?

Las embajadas son las que defienden fuera los valores y los intereses de España. Hoy, toda tarea de nuestro día a día tiene una dimensión exterior: nuestra seguridad, nuestra prosperidad, nuestra educación, nuestra salud, nuestra dignidad personal. De ello se ocupan las embajadas. De manera que existe una diplomacia en materia de seguridad; de economía (internacionalización de nuestras empresas; atracción de inversiones, promoción del turismo), una diplomacia cultural y educativa muy potente (entre otras razones, por la importancia del español en el mundo); otra científica y tecnológica; de cooperación al desarrollo; de derechos humanos; una diplomacia climática; de protección a los españoles, como hemos visto, etc. 

 

¿Cuáles son los puntos fuertes que tiene España (o la marca España) ante otros países, y qué aspectos considera que deberíamos mejorar?

Creo que la mayoría de los países estiman que su imagen exterior es deficiente e injusta. En el caso de España, esa percepción es muy antigua. Ya Lope de Vega decía que sus escritos eran para servir a la patria “tan ofendida siempre de los historiadores extranjeros”. Pero los hechos incontrovertibles son que España es hoy un socio decisivo en la construcción europea, es una de las grandes economías de Europa, con un grado importante de internacionalización, unas infraestructuras modernas, un referente en materia de derechos humanos, con un poder blando muy relevante al que favorece un idioma, el español, que es la segunda lengua materna del mundo, y una cultura de enorme riqueza. Tenemos una ventaja: somos el tercer país de mundo por número de turistas extranjeros. No tenemos que explicarles nada. Son testigos de la solvencia española en tantos ámbitos: seguridad, sanidad, infraestructuras, oferta cultural, etc…

 

Desde que accede en el año 1987 a la carrera diplomática ha trabajado en numerosos destinos a lo largo de todo el mundo. ¿Cuál de ellos le ha impactado más tanto a nivel profesional como personal y por qué?

Guardo una memoria excelente de todos mis destinos. Esa es la suerte de esta profesión: si quiere uno abrirse al mundo, no hay lugar malo. Cuando uno ingresa en la carrera diplomática, oye a los veteranos decir que, para un español, los destinos iberoamericanos son la dimensión más potente y rica del oficio. Yo tuve ocasión de comprobarlo en el Ecuador. El destino más movido en lo profesional y personal, pues tuvimos que evacuar a nuestros hijos, fue el de Egipto, viviendo allí la famosa primavera árabe, con sus días negros y otros esperanzadores. Ahora vivo con especial intensidad, así es Nueva York, la acción cultural desde nuestro Consulado.

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