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"Cada capa que se excava es como una página del libro de la Historia que es leída y... destruida al mismo tiempo"

13 de julio de 2010

Fernando Casado, alumno de la UNED de Tudela que ha realizado prácticas de formación este verano en los Yacimientos de la Sierra de Atapuerca (Burgos), nos acerca la experiencia que ha vivido.

A finales del Siglo XIX el azar quiso que fueran descubiertos algunos yacimientos conocidos de la Sierra de Atapuerca como las cuevas de la Gran Dolina, la Galería y la Sima del Elefante. Descubrimientos que fueron posibles gracias a la excavación de una trinchera para el paso de un ferrocarril minero. Dos siglos después, día tras día se siguen engrosando las páginas de un libro y de una historia sin final. Fernando Casado, alumno de la UNED de Tudela que ha realizado prácticas de formación este verano en los Yacimientos de la Sierra de Atapuerca, nos acerca su experiencia y nos relata cómo es un día en las excavaciones.

[Primera toma de contacto con el Yacimiento]

“Al llegar al yacimiento lo primero que llama la atención es una cuadrícula en la que, mediante el uso de números y letras, se identifica cada una de las zonas de excavación en las que pasaremos los próximos días. Además, compartimos ese metro cuadrado con los tablones y la estructuras de apoyo que evitan que pisemos los huesos, nuestro equipo y cubo, las piedras y los restos…Como en toda excavación arqueológica se trata de extraer toda la información posible a medida que vas levantando el sedimento; un ejemplo muy repetido es que cada capa que se excava es como una página del libro de la Historia que es leída y… destruida al mismo tiempo. Hay que “leerlo” muy bien para poder compartirlo con los demás investigadores. En el caso de un yacimiento tan excepcional como Atapuerca se realiza con extremo cuidado para no perder ni una sola letra de esta apasionante historia.

Para ello, se excava con espátulas, destornilladores y ,sobre todo, mucha paciencia . Los restos que aparecen son muy frágiles. Normalmente, aparecen tres tipos de objetos en nuestra cuadrícula: restos óseos (se recoge y registra todo aquello mayor de 2 centímetros), industria lítica (se recoge todo y se registra incluso lo que, por su estado, no se puede recuperar), y piedras (se conserva la posición de todas las de más de 10 centímetros por si pudiese aportar información acerca de algún tipo de estructura dejada por nuestros ancestros)”.

[A la última en tecnología en Atapuerca]

“Es fácil imaginar la cantidad de datos que se generan cada día y lo que puede suponer manejar todo esto. En Atapuerca lo han resuelto aplicando las últimas tecnologías: se usan agendas electrónicas (PDAs) en las que apuntamos qué hemos encontrado, sus coordenadas en el espacio (unas tomadas con cinta métrica y otras con unos niveles láser), sus medidas, orientación… Todo aquello que permita hacerse una idea exacta de qué es y dónde estaba.

Esa agenda manda la información a un ordenador (vía wi-fi) que registra y graba los datos de todos los excavadores. Además, asigna un número de referencia e imprime una etiqueta plastificada con toda la información de modo que al acabar la jornada cada uno salimos con una serie de bolsas perfectamente identificadas y registradas en el ordenador. Este sistema facilita el trabajo de revisión en el laboratorio.

Ésta es sólo la “primera lectura” del yacimiento. Cuando excavamos, también, vamos recogiendo toda la tierra que nos sobra y la introducimos en un saco por cada metro cuadrado de excavación. Los rotulamos e identificamos como otro fósil más. De hecho, es ahí donde están muchos de los fósiles del yacimiento: la microfauna.

Como su nombre indica se trata de restos de pequeños animales (ratones, musarañas, topos…) que por su tamaño no se pueden recuperar en el yacimiento. Cada saco se baja diariamente y se envía a otra instalación junto al río en la que tienen otra cuadrícula que reproduce la cuadrícula del yacimiento; de este modo, cada saco vuelve a ocupar la “posición” que tenía. Después de estar un día en remojo estos sacos son lavados, tamizados y aparecen multitud de diminutos fémures, mandíbulas y dientes que serán analizados para conocer la fauna que habitaba en el momento en el que se depositó el sedimento. En algunas ocasiones es fundamental para datar ese sedimento. Como recompensa a su paciente trabajo a veces también se descubren especies nuevas como la musaraña gigante de Atapuerca que no sólo era unas cinco veces mayor que las otras especies sino que además podía inocular veneno con sus mordiscos”.

[Un pequeño Kit-Kat]

“Pero no todos los mordiscos son venenosos ni la vida en la excavación es tan dura como pueda parecer. Uno de los momentos más interesante del día es el almuerzo en el que, gracias a los numerosos patrocinadores, disfrutamos de nuestros buenos bocadillos de embutidos, refrescos, bollería… Son unos minutos para charlar entre nosotros. Suele coincidir con la visita de José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell, que siguen los progresos de la excavación visitando cada uno de los “frentes” abiertos”.

[Y del campo… al laboratorio]

“Nuestra jornada de campo acaba sobre las 3 de la tarde. Dos horas después comenzamos a revisar que todo lo que se ha recogido en el yacimiento ha llegado correctamente. Se imprime los listados y se comprueba que todo está allí. Se hace una primera selección entre lo que se manda a restaurar, la industria lítica y, lo más abundante, los restos de fauna.

Entonces, entra otro grupo en acción: el que lava esos fragmentos de hueso para retirar la arcilla que pueda tener adherida. El hueso no se frota mucho para evitar dejar marcas sobre su superficie. Tras un día de secado se hace una primera revisión de cada hueso buscando marcas; se pueden ver los cortes que las herramientas de piedra de nuestros antepasados dejaron al descuartizar al animal o separar la carne, y también las huellas de los mordiscos de depredadores o carroñeros que competían con ellos (y también las marcas de los pequeños ratones que roían esos huesos cuando los “grandes” habían abandonado la cueva).

Eso es muy importante porque nos permite descifrar parte de la historia de esas cuevas y de cómo los humanos de aquella época bajaban a las cuevas en busca de los animales que habían caído en ellas, cómo los aprovechaban y con quiénes competían por la carne (leones, hienas…).

Tras esta primera selección cada pieza es “siglada” (se aplica una pequeña capa de esmalte y sobre ella se escribe una serie de datos para que siga identificada una vez que ha salido de su bolsa. Mientras, pasa por el último eslabón: los especialistas analizan con detalle cada hueso y lo describen con muchísimo más detalle en la inmensa base de datos.

[La consolidación y restauración de materiales]

“Otra parte fundamental del trabajo es la consolidación y restauración de material. Recuperamos huesos muy viejos; a veces están muy debilitados por la presión y composición de los sedimentos, por la acción del agua... y es que muchas veces habían sido previamente fracturados por los humanos o los carroñeros.

Por si esto fuera poco, uno de los dos tipos de sílex de los yacimientos es extremadamente frágil (de hecho se pulveriza como si hubiesen tallado talco en lugar de sílex). Eso supone armarse de paciencia al excavarlo, reforzarlo con un compuesto químico que hay que aplicar cada vez que se deja al descubierto unos milímetros más y, en ocasiones, sufrir la decepción de que no se puede recuperar. Nuestros compañeros de restauración con infinita paciencia intentan encajar los fragmentos (cuando los hay), aplican un conservante y lo mantienen “con vida” antes de volver a mandarlo al laboratorio”.

[Una experiencia inolvidable]

“Desde luego que hay pocos sitios en el mundo donde se concentre tal variedad de yacimientos, de cronología tan amplia y con unas potencialidades tales que dará trabajo a más de una generación de arqueólogos. Atapuerca es el sitio ideal para motivar el conocimiento de nuestro pasado. Cuenta con un fabuloso equipo humano y técnico para ayudar a conseguirlo.

Próximamente, os narraré la experiencia que voy a vivir en el “Hotel California” (aunque suena muy tropical sigue estando en la Sierra de Atapuerca), en la Cueva del Portalón y en el Museo de la Evolución Humana.

En unos días volveré a casa así que intento retener en mi cabeza las impresiones, recuerdos y, sobre todo, conocimientos que he podido adquirir en esta increíble oportunidad que se me ha brindado gracias al Centro Asociado de la UNED en Tudela y la Fundación Atapuerca. Desde luego, será difícil de borrar”.

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